HISTORIAS DE FANTASMAS EN UN CONOCIDO EX HOSPITAL

Hay un edificio que se erige silencioso y deslucido en el medio del verde paisaje de las sierras. Es un gigante dormido que nació en 1900 para combatir la epidemia de tuberculosis que azotó el país a principios del Siglo XX y comenzó su deterioro hace muchos años hasta convertirse en «tierra de nadie». En la actualidad, sólo se utiliza apenas una parte del gigantesco predio y el resto del terreno se volvió un refugio de violadores, delincuentes y vendedores de drogas. Se trata del famoso hospital neuropsiquiatrico Santa María.

Todo el complejo se encuentra como congelado en el tiempo, sumergido en el olvido. Cuando los enfermos se fueron, el gobierno nacional adquirió el predio y lo convirtió en un sanatorio que funcionaría hasta la creación del Hospital Domingo Funes. En el año 1968, se transformó en un hospital neuropsiquiátrico que durante los años más oscuros de la dictadura argentina, también funcionaría como centro clandestino de detención de presos políticos y sindicalistas.

El predio cuenta con un total de 400 hectáreas y alberga diferentes edificios que tienen sus paredes teñidas por los años, y donde funciona además el Centro de Excelencias en Productos y Procesos (Ceprocor) del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Córdoba, existe un aeródromo y el neuropsiquiátrico. El gobierno provincial se hizo cargo del complejo en el año 1981 y desde entonces, los pabellones abandonados sirvieron de «aguantadero» de jóvenes y vagabundos.

Las galerías se llenaron de historias de fantasmas, aparecidos y brujas y se multiplicaron los relatos de los espectros que espantan a grupos de jóvenes, quienes llegan de noche hasta el lugar para drogarse, tomar bebidas alcohólicas y mantener relaciones sexuales. Del imponente hospital que llegó a albergar 1500 pacientes y 800 empleados quedan las postales, algún que otro surtidor de una vieja estación de servicio YPF y las construcciones con palenques para que los visitantes puedan atar sus caballos. Ahora el paisaje es más oscuro que en aquel entonces.

Emanuel es camarógrafo y confesó haber participado algunos meses de la grabación de un documental dentro del hospital, cuya finalidad era detectar si había actividad paranormal en su interior. «No pudimos terminar de filmar, porque estábamos en plena investigación cuando comenzaron a lanzarnos objetos. Algunos dirán que eran fantasmas, pero para mí era la gente que vivía dentro de los pabellones abandonados. Tuvimos que salir corriendo, fue tremendo».

Los vecinos de Santa María de Punilla sostienen que los pacientes del psiquiátrico (muchos de los cuales se encuentran por delitos sexuales) se escapan y atacan a los habitantes del barrio Tillard, al tiempo que deben soportar el accionar de delincuentes que cometen ilícitos y luego se refugian entre la maleza que conecta la ciudad con el establecimiento. Vecinos se están mudando de sus casas cerca al viejo hospital, y se refugian en casas alquiladas mas al centro y/o directamente abandonan las propiedades para buscarse un nuevo destino, por la ola de delincuencia que se vive alrededor del neuropsiquiatrico. Internos que se escapan para delinquir, médicos que ya no saben qué hacer, violaciones reiteradas y según dicen algunos empleados como Monica: «Yo soy médica de frontera y vengo a reclamar porque estoy aterrorizada por esta situación que estamos viviendo. La inseguridad es algo muy común para nosotros, vemos que existe venta de drogas, aguantaderos y mucha gente que se radicó en la ciudad de las villas de Buenos Aires. Es terrible lo que le hicieron a un vecino que atacaron salvajemente, porque le metieron un mate en la cola y le provocaron serias lesiones».

OTRA HISTORIA DE LOS TIEMPOS DEL HOSPITAL MILITARIZADO

A lo largo de la historia, el Hospital Colonia Santa María sumó varios capítulos negros. Primero estuvieron los caídos por la tuberculosis, después vinieron las víctimas del sanatorio provincial y durante los años más oscuros de la dictadura argentina, fueron numerosos los testimonios que dan cuenta que el establecimiento funcionaba como un centro clandestino de detención y represión. Los testimonios de los vecinos de Punilla coinciden en la detención de ciudadanos que concretaban los efectivos militares con un inusitado despliegue bélico dentro del hospital.

El testigo A.J.D relató en el libro «Nunca Más»: «El 26 de mayo de 1976 alrededor de las 9 hs. mientras cumplía mis actividades normales en el hospital, me llaman por teléfono desde la Oficina de Personal y me hacen dirigir a una habitación donde estaba también Sassatelli (médico Psiquiatra), Marta de Ceballos (encargada del depósito), Carlos Albornoz (enfermero) y Carlos Alberto Carranza (secretario del Jefe de mantenimiento). Después de haber llegado a la habitación, entran otros empleados entre ellos, Ramón Maidana (Servicio de Agronomía), Santiago López (enfermero) y Carlos Brandalise (enfermero). Ese mismo día 26, en horas de la mañana, se habían presentado en el hospital personal del Ejército vestidos con uniformes de fajina color verde oliva, fuertemente armados y varios vehículos, entre ellos tres camionetas con tropas y dos colectivos, dispersándose por toda la zona.

El personal militar había ingresado al hospital y había tomado posición en todas las secciones y servicios del mismo. Desde la habitación mencionada ya custodiados por personal del Ejército, nos llevaron a todos los que estábamos a un pabellón de pacientes alcohólicos, el C-1- Luego, fuimos trasladados a otro recinto en un ómnibus azul y que durante todo el operativo un avión militar sobrevoló constantemente la zona. Ya estando en el pabellón de alcohólicos comienzan a traer a otras personas que no pertenecían al hospital, residentes en Cosquín y en otras localidades del Valle de Punilla. Entre ellos, reconocí a los coscoínos, Reynaldo Wisner y Raúl Acosta (ambos médicos de Cosquín y que habían sido detenidos y trasladados a la policía y de allí hasta el hospital) Gaspar y Alberto «Tito» Noguez (comerciantes), Sergio Omar Poidori, un profesor de la Escuela Técnica ENET de apellido Luna, Nora Sendra, Keka Albornoz, Nemesio García y otras personas que no recuerdo.

Todo el personal del Hospital detenido fue llamado por una lista que tenían los militares donde figurábamos como peligrosos «activistas». A la tarde, cerca de las 19 nos llevaron a otra pieza, donde nos vendan y atan las manos, nos hacen poner contra la pared. Y ya de noche nos sacan a todos, atados y vendados y nos ayudan a subir a un camión donde estábamos sentados uno al lado de otro. Desde allí y después de un viaje de casi dos horas, llegamos a un lugar que reconoceríamos como Campo de la Ribera. Allí estuvimos casi una semana. Santa María estaba copada por las tropas militares».

hospital fantasma 3E

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