UNA FÁBRICA DE POBRES

La igualdad siempre es un ideal. Su búsqueda debe ser incesante, aunque de antemano sabemos que es una utopía. Se debe persistir en encontrarla porque los deseos son la sal de la vida. Son, en rigor, estímulos para crear, innovar, bucear dónde está lo nuevo

Hay tres igualdades. La de oportunidades, la que nos equipara para abajo y la que nos empareja para arriba. En verdad, la de oportunidades es hermana gemela o, dicho de otro modo, interactúa con la que apunta al equilibrio hacia el estadio superior.

La pobreza puede ser transitoria o estructural. La Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX se distinguió como la nación de mejor comportamiento en el hemisferio sur del planeta en materia de movilidad social.­

EXTRAORDINARIA MOVILIDAD­­

En algún momento de nuestro devenir ese movimiento ascensional se estancó para paulatinamente revertir su dinámica. La Argentina socioeconómica comenzó a derramar más pobreza que prosperidad. No interesa puntualizar en qué instante -letal- comenzó ese degradante proceso. Cualquier fecha que pongamos podría ser motivo de un reproche partidista y así distraernos de la cuestión central de estas líneas. No aspiran estas lineas a enrostrar a ningún sector en especial, sino a subrayar la responsabilidad común de nuestra nación que en una encrucijada de su historia tomó el rumbo decadente. Que, con pequeños vaivenes, prosigue hasta hoy.­

La declinación nacional tiene nombre y apellido: nos transformamos en país-fábrica de pobres desplazando al país anterior que febril y pujantemente producía argentinos plenos de genuinos derechos y de bienestar o perspectivas de obtenerlo. Prerrogativas que el Estado no regalaba, sino que eran el resultado del trabajo. Que, por supuesto, el Estado alentaba con reglas virtuosas e incentivadoras de todo el circuito benéfico de ahorro e inversión, trabajo y producción.­

El punto fatal de nuestro desplome como país prometedor, con regocijo por el futuro -todo lo contrario, en un llamativo claroscuro, de la abrumadora incertidumbre que hoy nos atormenta-, lo signa la etapa en que la pobreza dejó su índole transitoria para cristalizarse como un segmento indeseado de nuestra sociedad.­

Ahí, en ese momento nefasto, la mala política vio la veta del aprovechamiento electoral de la pobreza. En lugar de empeñarse en erradicar esa estructura , se decidió a usarla. Así, cuanto más ancha sea la franja pobre del electorado -sumado a la creciente ignorancia fruto venenoso de la caída de la calidad educativa- más perdurable es y será su estadía en el poder.­

Es esa miopía -o esa perversa mirada- la que se empecina en ampliar los planes asistenciales en lugar de crear las condiciones para que la economía privada se despliegue creando trabajo. Hemos arribado así a una situación de vulnerabilidad de nuestro país con más asistidos que trabajadores, incluidos los no registrados. Una ecuación insostenible.

Como estamos en medio de una doble pandemia -sanitaria y económica- se debe deslindar claramente que un ingreso o bono o como se lo llame para la emergencia de los más necesitados está absolutamente al margen de nuestra censura al asistencialismo como método para empobrecernos definitivamente.­

EQUIPARACION TENEBROSA­­

Están buscando la igualdad para abajo, una equiparación tenebrosa. Están aspirando a extender la pobreza. Si esta aseveración suena exagerada, lo diremos de otro modo: yerran. Así como van nos empobrecerán a todos y ‘todas’. Uso los dos géneros -innecesarios en nuestra espléndida lengua- ahora sí para ponerle marca política a esta deplorable estrategia del pobrismo como vía hacia la igualdad.­

Una igualdad empobrecedora que nos está transformando en una rareza planetaria: un poderoso país fallido. Un mayúsculo contrasentido. Una irracionalidad producto de una pésima política ejecutada por actores de una manifiesta mediocridad. El calificativo más leve, obtusos y mezquinos.

Es hora de un movimiento socio-político contracultural que cambie-¡por qué no decirlo con su nombre, cambie! – este atajo hacia el abismo. ­

Para reparar, amparar y proteger a los pobres hay que adoptar el rumbo de la prosperidad sin tenerle miedo a las libertades, incluida las económicas. (PABLO GUERRERO)

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