LA IDONEIDAD EN LA POLÍTICA

La idoneidad, deriva del latín, idoneus, que significa, adecuado, apto o apropiado para algo, es una palabra mágica, invocada por muchos, como un autentica necesidad y como un requisito indispensable, para cualquier profesión u oficio. Su antónimo, es ineptitud, incapacidad, incompetencia, trucho en lenguaje criollo.

La Constitución menciona la idoneidad en su artículo 16 cuando dice: «Todos los habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad».

Ahora bien, la Constitución no define completamente qué debe interpretarse por idoneidad. Parece simple, pero no lo es.

Idoneidad, alude al conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas para desempeñar una profesión o cargo, esta definición es importante dado que no son solo conocimientos o logros profesionales; basta recordar el eslogan del «mejor equipo de los últimos 50 años», para darse cuenta de que no es solo este ítem.

Alguna vez leí, que idoneidad no es experiencia sola, porque no se forma con el correr de los años, es necesaria la observación atenta e inteligente, un claro y agudo espíritu crítico; la observación sin raciocinio, es rutina.

Si fuera por experiencia o tiempo solamente, tendríamos muchos políticos candidatos al Premio Nobel.
La idoneidad no está desligada de la ética, y la exige, es decir que el término incluye dos conceptos, que se articulan entre sí, competencias y valores. 

¿Puede una persona acusada de corrupción ocupar un cargo? ¿Examinamos con rigor a nuestros representantes a la hora de votar?

La ficha limpia, fue un buen comienzo, pero fue erradicado del ideario político, apenas se planteó.
La idoneidad, también va unida al compromiso, sobre todo con la sociedad, sin distinción de profesión, pero mucho más en la política por su efecto multiplicador.

¿Qué se le exige a un profesional idóneo? Capacidad, aptitud, talento, suficiencia, sabiduría, prudencia, integridad, coherencia, ética.

La idoneidad, genera confianza necesariamente, y de esta cualidad adolece nuestra sociedad hoy día, ávida de ejemplos.

Pero para ser idóneo como profesor universitario, la facultad exige una prueba de idoneidad. Me pregunto: ¿Cuál es la prueba de idoneidad para desempeñar un cargo político? ¿Hay una carrera que amerite la idoneidad para un cargo público?

En nuestro caso, podemos decir, que el criterio fundamental, no es la idoneidad.

Lo que prevalece, lo que se impone, es el amiguismo con el poder, la funcionalidad al partido, la conveniencia política, el concepto equívoco de lealtad, el oportunismo, la adhesión a un corpus ideológico, o el nepotismo más rancio.

Conclusión, nos piden confianza, pero en realidad, la desvirtúan una y otra vez con sus palabras y peor aún, con sus hechos. La ciudadanía tiene la palabra. (PABLO GUERRERO PARA VDX)

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